viernes, 9 de julio de 2010

Ave, quienquiera que sea.

Ave, Caesar!

¿Quien no evoca, con estas palabras, el gesto gallardo del gladiador? ¿O la disciplina del legionario?
Unido a estas palabras, siempre, aparece el gesto del brazo en alto, extendido, con las palmas hacia arriba. El saludo que se ha llamado, al menos desde el siglo XIX; Saludo Romano.

Pero...
¿Usaban realmente los romanos este saludo? ¿Cuál es su origen?

Como tantos lugares comunes de nuestra cultura, no está muy claro como comenzó todo...



Existen pocas evidencias de esta manera de saludar fuese utilizada regularmente por los legionarios.
En efecto, la clásica escena de allocutio (la arenga del general a sus tropas) suele mostrar al orador con el típico gesto retórico de la palma abierta, con el brazo ligeramente levantado como pidiendo atención o silencio; así:



En ocasiones también los soldados elevan sus manos y extienden las palmas, en señal de aclamación.

Es posible que escenas como estas inspirasen a los autores posteriores a la hora de describir el saludo de las tropas romanas, tanto más a finales del siglo XVIII cuando los revolucionarios franceses gustaban, como señala Marx, "disfrazarse de romanos".

En este cuadro, por ejemplo, vemos a los convencionales franceses jurar, palma en alto, en el Frontón, no separarse hasta dar a Francia una Constitución:











Un gesto que, pocos años después, David trasladaría a la antigua Roma en su cuadro "El Juramento de los Horacios":



Esta es una obra típica de la imaginería neoclásica.
Aquellos hombres del recién nacido siglo XIX sentían que los antiguos griegos y romanos estaban engañosamente cercanos a su manera del ver el mundo... olvidando los siglos medievales y el bautismo que, como se sabe, es indeleble.



En ese mismo siglo XIX el socialista Edward Bellamy populariza el saludo romano como gesto de lealtad en su "Juramento a la Bandera" (Pledge of Allegiance), propuesto como un medio de integrar a los inmigrantes recién llegados  a aquella  "...land of the free ... home of the brave"


El desarrollo de la ceremonia está cuidadosamente descripto, y uno de sus momentos se describe así:
the right hand is extended gracefully, palm upward, toward the Flag... 
(The Youth’s Companion, 65 (1892): 446–447). 





Este gesto fue utilizado en las escuelas norteamericanas hasta la década del 40 cuando fue reemplazado por la mano en el pecho, como sigue utilizándose actualmente, para evitar las asociaciones con el nazismo.


Hoy parece evidente que no existió tal Saludo Romano en la Antigüedad, mucho menos como expresión estandarizada de adhesión.

Algunos autores, ignoro por qué causas, lo reemplazan por un golpe del puño en el pecho (como en la miniserie Roma) gesto que parece evocar los rituales de adoración paganos pero que, por lo que sé, carece de documentación que lo avale.

Murales recientes, citados por Lago en su magnífica página web "Las Legiones de César" (http://www.historialago.com/leg_01135_preguntas_01.htm) parecen indicar que el gesto más común era, al menos en la infantería, muy parecido a la venia de los actuales militares:

El uso fascista de este saludo se remonta a Mussolini y dos de sus obsesiones; la grandeza de Roma antigua, de la cual pretendía ser el continuador, y el cine.

Allá por los años veinte eran muy populares las películas llamadas "peplum" (por el abuso de esta prenda de vestir clásica), especialmente las protagonizadas por un carácter de ficción conocido como Maciste, quien aparece primero en la película épica Cabiria  y luego adquiere peso propio en la incipiente cultura "pop" de la época.

Maciste era el Schwarzenegger de los veinte; atlético, sin demasiado cerebro, pura acción y puro músculo.

Ahora bien, Il Duce admiraba a Maciste, y hasta gustaba de ser adulado por un supuesto parecido físico con el "héroe", quien muchas veces aparecía como un guerrero romano haciendo el clásico saludo del brazo en alto.

Por la misma época el poeta nacionalista D'Annunzio (guionista de Cabiria) también había popularizado el mismo gesto.

Como en un engarce perfecto la imagen idealizada de los romanos, poderosos y fuertes, se difundía a través del cine, la "más poderosa arma de guerra" (Benito Mussolini dixit) y llegaba a millones de italianos desesperados y atemorizados por la recesión, el aumento de la criminalidad y la caída de los sueños de la Modernidad.

Sobre este cuadro ya diseñado trabajó la propaganda fascista re creando el saludo hasta convertirlo en un símbolo de adhesión al régimen y a su "Duce".

Hitler, y luego como triste tercer imitador Franco, copiaron este gesto; aduciendo, el primero que era también un ritual de los antiguos germanos:

Un símbolo no vale nunca por sí mismo, sino por lo que representa; el saludo romano, al igual que la esvástica, ha quedado irremediablemente ligado a los crímenes del fascismo y me atrevo a decir que está bien que así sea pues, ante su manifestación (como en el caso de Di Canio), la sociedad reacciona recordando algo que nunca debe de ser olvidado: un ademán, en apariencia inocente o de remedo histórico, puede ser el comienzo de algo brutal.













Somos humanos y nos comunicamos con símbolos y signos (algún día matizaremos al respecto) los cuales nunca son meramente gestos...

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