miércoles, 17 de junio de 2009

Los nombres ¿verdaderos?



Una de las características del nombre, del sustantivo propio para decirlo con palabras de la "profe", es que no se traduce. Al menos no debería traducirse.
Que siempre fue así y que los nombres extranjeros eran interpretados fonéticamente lo demuestra el hecho de que en otros tiempos se mentaba como Guaterales y Francisco Dráquez (temibles enemigos ingleses) a quienes hoy conocemos como Walter Raleigh y Francis Drake. Tampoco están lejanos los días en que la RAE nos decía que el croissant francés debía decirse cruasán... más prosaicos en Argentina preferimos medialuna.
Ahora ha aparecido, al módico precio de € 6, el Atlas de los Nombres Verdaderos.
No cabe duda que tiene su encanto.
Al aburrido atlas que conocemos, se lo cambia por el mismo maperío con los topónimos "traducidos" o, lo que es casi un equivalente diacrónico, interpretados etimológicamente. No se trata de que Londres, Munich o Cuernavaca aparezcan como London, München o Cuauhnáhuac; no.


El Atlas presenta a España como "País de Conejos" y a los Pirineos como "Monañas del Fuego Secreto" lo que nos trae nostalgias tolkenianas a más de uno. En todos los casos los autores (que han tenido éxito en otras lenguas) intentan con un poco (o un mucho) de imaginación restaurar el sentido original de los nombres de los diversos lugares del globo.
Algunas etimologías son más que dudosas y es evidente que en algunos casos no han sabido donde detenerse (Ecuador es País Al Igualador y los Estados Unidos de América, ¡Estados Unidos del Poderoso en el Hogar!) pero la impresión general es que se trata de una divertida, no más, reescritura del mundo en clave erudita. Una broma para fanáticos de la geografía y las lenguas.

Aún no me lo he comprado ¡pero quiero hacerlo! y me intriga conocer como han "interpetado" lugares como Brasil, Asia o China (Europa es, para ellos, país vespertino lo que no deja de tener su encanto y Argentina, fácil, es País de la Plata).
Una rareza para pasar el rato y ¿tal vez? imaginar historias que transcurren en algún lugar de La Ornamentada, en los extraños Errantes o, más cerca de nosotros, en el País al Final del Mundo...

miércoles, 3 de junio de 2009

Serendipia


Serendipia, o serendipidad, posible traducción del inglés serendipity es una palabra que me gusta tanto como su concepto... un buen antídoto a mi (estéril) obsesividad.

Serendip es uno de los antiguos nombres de la isla de Ceilán (también Sri Lanka) y aparece así en un cuento del italiano Cristoforo Armeno (que algunos pretenden se tradujo del persa) titulado, precisamente, Peregrinaggio di tre giovani figliuoli del re di Serendippo.

Los tres príncipes del relato viven varias aventuras durante un viaje, saliendo con bien de ellas gracias a una singular combinación de azar y sagacidad. Hay varias versiones de esta historia y, como no, un cuento talmúdico similar...

El caso es que la historieta de Armeno no hubiese dado origen a nuestra palabreja de hoy sino fuese por otro literato, inglés esta vez, del siglo XVIII llamado Horace Walpole  quien lo recuerda en una carta escrita el día 28 de enero de 1754 a media mañana ... ¿de cuántas palabras se puede ser tan preciso sobre su origen.

La carta en cuestión fue enviada a Horace Mann (no, no es el mismo en que piensan, este es norteamericano, aquel británico) para comentarle algunos detalles sobre cierto cuadro que le enviaba.

La pintura conmemoraba el casamiento de Francisco de Médici con Blanca Capello y carecía de marco, Horacio, que no tenía nada mejor que hacer, quería colocarle uno que contuviese el escudo de armas de los Capiello, pero no podía hallar ninguna imagen de ese emblema (y google, supongo, estaba caído) por lo cual decidió buscar los símbolos heráldicos de los Médici... Busca, buscando en un libro; Walpole da con... ¡la panoplia de los Capello!. 

Semejante trivialidad, que a muchos nos ha pasado, le da ocasión de acuñar un nuevo término. Dice que tal hallazgo ha sido un caso de lo que llama serendipia (serendipity) una "palabra muy expresiva" que remite a un cuento que leyó cuando niño. Cuento que no es otro sino el de Armeno.

Así se acuñó una palabra que, andando el tiempo, tomó carta de ciudadanía en la lengua inglesa y en otras muchas, no en la nuestra porque ya se sabe que la RAE no está para innovar, sino para conservar.

Se define a la serendipia como: un descubrimiento hecho de manera accidental,es decir;  por casualidad, como la llaman los hombres diría Gandalf, pero también por un pensamiento particularmente entrenado para percibir. Este úlitmo matiz suele olvidarse por quienes pretenden que la sola imaginación puede ser una guía para explorar el Universo.

Bien, la serendipia, ejemplos de la cual pueden hallarse por cientos en la historia de la ciencia, es también un buen modo de pararse frente a la realidad. Dejar que los pensamientos fluyan para descubrir, al azar de los esquemas, un fragmento del revés de la trama que constituye el tapiz del Ser.




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