La pregunta
sonó como un pistoletazo: ¿no serás feminista, vos?
Me
sorprendió, lo confieso. No soy muy hábil en ese tipo de dialéctica; argumento,
contra argumento, finta, esquive y nuevo argumento. Ni siquiera se me dan bien
las falacias. Debo haber respondido cualquiera, alguno de esos lugares comunes
que nos permiten salir del paso.
La
pregunta, a pesar de todo, me hizo pensar.
Era como
una piedra en el zapato, la maldita. Como un granito… en la espalda; justo ahí
donde uno no puede rascarse. Y picaba, vaya si picaba.
¿Seré
feminista?, me dije.
¿Feminista
por hacer la Costilla
de Adán, este programa de género que comienza diciendo que las histéricas son
lo máximo…?
¿Feminista
por cuidar que mi lenguaje sea inclusivo?
¿Por defender
ciertos derechos de las mujeres?
¿Por hablar
de patriarcado, androcentrismo y opresión machista?
A lo mejor
lo soy, me dije, esperando que si lo admitía la piedrita dejase de escorchar.
¿Y con
eso?, exclamé después de reivindicarme con este otro ismo; soy feminista ¿y qué?
Uh, es feminista el tipo, comentó, sarcástica, mi parte sarcástica,
que para eso está, claro.
La piedra
molestaba más que antes.
Un tipo, un
tipo común, un tipo promedio, un varón hincha de Central y medio zurdito ¿feminista?
Mi hermana,
feminista, vaya y pase. Pero yo…
Me sentí
medio maraca, que quieren que les diga. Todo bien, aclaro, con el colectivo
LGBT y siguen las firmas… pero es un bondi que no tomo.
Miré las
minas que me rodean, rodearon, rodearán (con suerte) novias, esposas, amantes…
hasta compañeras de trabajo. En serio, las miré a todas.
Me gustan
las mujeres. Me gustan mucho. Desnudas, de preferencia, escuchándome en
silencio me vuelven loco… Me gustan y me gusta ser varón. Como los judíos, daría
gracias al barbeta por haberme hecho machito.
Pero sos
feminista, insistió la piedra, la pu… roncha, la mosca en la oreja.
Feminista.
Creo que no
hay algo llamado varón y algo llamado mujer, pero sí creo, sin contradecirme,
que habemos varones y mujeres, que somos diferentes, que miramos el mundo desde
experiencias distintas, que somos, en fin, lo que traemos en los genes y lo que aprendimos,
bien que mal, de esa serie de convenciones heredadas que llamamos cultura.
Creo que
somos distintos y que somos iguales. Que tenemos múltiples miradas, no todas válidas,
que tenemos un mismo objetivo: tratar de pasarla lo mejor posible. Si no
jodemos a nadie en el proceso: ¿cuál es?
Por eso soy
feminista, si así les gusta llamarme.
Feminista
porque conozco bastante la historia como para saber que, desde hace una
ponchada de años, las mujeres han sido tratadas como objetos, como mercancía,
como desecho. ¿Han sido? Debo estar en un día de optimismo; continúan siéndolo.
Lean el libro La Mitad
del Cielo y después me cuentan…
Feminista
porque no creo que las mujeres sean siempre maravillosas, solidarias, tiernas,
receptivas, acogedoras (con perdón de la palabra) e igualitarias. Algunas sí,
otras son unas reverendas cabronas, la mayoría, como suelen ser las mayorías,
son un poco de esto y otro poco de aquello; maravillosamente insoportables,
dulcemente hinchapelotas… ¿y qué? ¿tienen que ser magníficas para que se
defiendan sus derechos? Eso es catecismo puro; los buenos oprimidos. ¿qué
gracia tiene defenderlos? Soy feminista también por eso, porque no creo que las
mujeres sean diosas… ni demonios… aunque con ese traje de cuero ¡mamita!
Feminista,
en fin, porque respeto las luchas por la igualdad de los derechos, no por la
uniformidad de los deseos.
Feminista
porque todavía hay mucho orate suelto matando minas, denigrando esposas,
hostigando pendejas, fabricando techos de cristal u odiando a las “yeguas” sólo
por el hecho de serlas.
Feminista
sin dejar de reivindicar mi condición de varón. Varón que no es un estereotipo,
ni cualquier otro reproductor de formatos de música. Varón que llora, varón que
sueña, varón que putea, que se calienta con una mina envuelta en palabras
sutiles, que lava los platos, que se pierde como un poseso ante una consola de
video, que escucha la música que se le canta las pelotas, se tira pedos y pone
los ojos en blanco cuando ella pasa y le roza la espalda.
Feminista y
periodista de La Costilla ¿algún problema?
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