lunes, 9 de febrero de 2009

El Horla (después de la lectura del cuento de Guy de Maupassant)


Viene, ya vino quizás, y no lo vemos.
Guy, sí, y enloqueció por ello.
En tres cuentos diferentes intentó plasmar sus terrores crepusculares. Sin duda, el diario es el más logrado.
¿Cómo concebir un ser que no podemos ver?
¿Cómo sentirlo?
Existiría, dijo Howard Phillips, si nos hiciera daño.
Bebe nuestra agua por la noche, chupa nuestra vida, está allí y a la vez fuera de allí (hors de là) por eso quizás le llamó el Horla.
Alguna vez imaginé, en un relato inédito e inconcluso, que moraba en las islas. Los incendios, tan repetidos, serían el indicio de su presencia, o más bien de sus huidas.
Leo una vez más las páginas de Maupassant. No está loco, como afirman, lo ha visto y ante su presencia se ha aterrorizado.
Me pregunto, sin embargo, ¿no sentirá aún más temor el Horla cuando nos contempla por encima del hombro?

Vuélvete, no lo verás, pero está allí, detrás de ti.

Curioso, tanto tú como él, temen.

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