Dicen que Roma tiene
un nombre secreto.
Cierto
tribuno,
cuentan los historiadores, se atrevió a revelarlo y pereció entre
crueles suplicios.
Algunos pretenden
que Amor, invirtiendo las letras, es este misterioso epíteto. Vale
aclarar que amor en latín es casi lo mismo que en castellano. De
todos modos no lo creo, demasiado evidente, aunque siempre puede ser
que eso sea lo que quieren que pensemos...
Roma comenzó hace
más de treinta siglos, cuando París era un pantano, Tiahuanaco no
existía y Babilonia ya era vieja...
Comenzó convarias pequeñas aldeas repartidas en
las siete famosas colinas. Allá por el siglo octavo antes de Cristo,
alguien, digamos Rómulo, unió esas aldeas y fundó la ciudad.
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Roma desde una de sus colinas; el Palatino |
Cuentan que el fratricidio estuvo presente desde el origen; Remo,
gemelo del fundador y criado también por una loba, se burló de los
surcos que trazaba su hermano para indicar el lugar de las murallas.
Engreído los franqueó de un salto, la lanza de su mellizo
rápidamente dio cuenta de la osadía. Así empezó la ciudad que hoy
camino.
Ladrones,
descastados, condenados y sacrílegos fueron los primeros romanos.
Rómulo los recibía a todos sin preguntar, un pedazo de tierra y una
lanza era todo cuanto prometía a cambio de una nueva vida en la
nueva ciudad. Ciudad sin mujeres, ciudad sin niños.
Rómulo invitó a
los sabinos, un pueblo cercano, a cierta ceremonia religiosa. Les
encareció que vinieran con sus esposas y sus hijas; como era de
rigor, aclaró, no podían traer armas para el rito. En un momento
dado los romanos sacaron las espadas, escondidas en sus togas, y se
apoderaron de las sabinas núbiles y, presuntamente (eran otros
tiempos) vírgenes. Padres y hermanos, así como madres y suegras,
fueron inteligentemente ahuyentados.
Los sabinos
prepararon su venganza. Eran, sin duda, gente meticulosa, así que
pasó casi un año hasta que estuvieron listo. Guiados por su rey,
Tito Tacio, atacaron la recién fundada Roma y llegaron a asaltar el
Capitolio:
Esto fue gracias a la traición de una romana;
Tarpeya
quien pidió a cambio lo que los sabinos llevaban en su brazo
izquierdo, aludiendo a los brazaletes de oro. Tito Tacio respetó la
promesa, todos los guerreros arrojaron sobre Tarpeya lo que llevaban
en su brazo izquierdo; los escudos. La traidora murió aplastada por
su peso dejando como testimonio de su existencia la roca desde donde
los romanos, en siglos por venir, despeñarían a los desleales a la
Ciudad.
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La Roca Tarpeya |
El caso es que en la
mitad del combate las
sabinas, ahora esposas de romanos y madres de
pequeños romanos, se interpusieron entre ambos ejércitos y
reprocharon, como buenas mujeres, a sus padres el tiempo tardado en
rescatarlas y a sus maridos el querer matar a su propia familia. De
este modo se ajustó la paz y los sabinos vinieron a habitar en Roma
con todos los derechos de los
patricios, que así se llamaban ahora
los antiguos ladrones, compartiendo Rómulo y Tito el poder.
Lo que sigue es
historia repetida. Roma se hizo, como diría De Gaulle de Francia, a
golpes de espada.
Sin embargo siempre fue lo bastante generosa para
incorporar a los enemigos a su propia ciudad. En algunos siglos
dominaron Italia, en poco menos de ciento cincuenta años su imperio
se extendía desde el Eúfrates al Atlántico y desde Britania hasta
Egipto, el Mediterráneo era el Mare Nostrum y cada vez más personas
en ese mundo, que era todo su mundo, se llamaban romanos.
Hasta el
día en que un emperador,
Caracalla, proclamó que todo hombre libre
en el Imperio era ciudadano de Roma.
Una nueva religión,
venida de la periferia, dominó sobre las ruinas de los templos. Y
también ella se llamó romana.
La lengua de Roma,
las leyes de Roma, las artes de Roma, la religión de Roma se
volvieron parte de la herencia de Europa.
De allí pasaron a América
que imitó sus edificios, copió sus instituciones, estudió sus
leyes y habla, en su mayor parte, lenguas que provienen del habla
romana.
Roma dejó de ser
una simple ciudad para convertirse en una idea, un modo de vida, un
estilo de gobierno, una concepción del mundo que es, en buena
medida, la nuestra.
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Roma: un antiguo templo forma la pared trasera de una iglesia. |
El nombre secreto,
por supuesto, nadie lo sabe pero aquí, entre estas colinas treinta
veces centenarias, escucho una voz, como un susurro, que me lo
revela.
Roma es todo aquello
que tememos, todo aquello que soñamos, todo cuanto podemos construir desafiando los límites
Roma es la grandeza y la miseria de
la Historia. Roma es cada uno de nosotros intentando hacer lo mejor
que puede con aquello que tiene.
Roma es voluntad de poder y ese es su nombre secreto. Esa es, también, la
razón de su permanencia.